No asimilaba todavía que iba a morir de esa manera y siendo tan joven. Tenía muchas esperanzas de casarme, tener una familia, y en muchos años más poder ver nietos. Pero ya estaba todo decidido.
La patrulla de fusilamiento llegó en una fila recta hacia el patio, todos los hombres alineados poseían la misma ropa, la escopeta al hombro y en sus rostros ninguna clase de expresión. Dos hombres que casi me duplicaban en tamaño me afirmaban de los brazos, pero yo no pretendía escaparme: había aceptado mi final, aunque sabia que no lo merecía por pensar de una manera diferente y luchar por mis ideales. Pero ahora, no tenía miedo, sabia que Dios estaría conmigo y tendría una muerte rápida.
El pelotón se alineó frente a mi, pero ninguno me observó a la cara. Los dos hombres de mi lado me apretaron con más fuerza, pero yo no hacia ninguna señal de querer escapar. Solo deseaba que ese momento fuera rápido.
A mi mente vinieron muchos recuerdos, sin poder evitarlos. Recordé cuando era pequeño, iba a la escuela y mi madre me llevaba de la mano diciendo lo genial que sería y que tendría cientos de amigos. O cuando volvía y ella siempre me esperaba con el almuerzo caliente y delicioso, y luego llegaba mi padre con su sonrisa característica y desbordando simpatía siempre y cuando nadie lo hiciera enojar. El olor de las empandas de mi mamá golpeó mi olfato y me sentí pequeño pidiendo mas de la exquisitas empanadas de ella. Sabía que mamá ahora estaba llorando por mi, por mi final y porque tendría que dejarla para siempre. Papá últimamente había permanecido en silencio en la casa desde que el los Militares habían tomado el control del país, sin hacer comentarios por lo que pasaba y solo preocupado de su imprenta que había instalado en el centro de la ciudad.
Cuando abrí los ojos, el Capitán del cuartel cruzaba frente los militares y se ponía al otro lado de ellos, me miró de reojo, casi con odio como si yo algo le hubiera echo a él. Ni siquiera lo conocía. Dio otro paseo frente a su tropa con los hombros y la frente en alto, creyéndose lo máximo. Si supiera que el no tenia el perdón de Dios por todas las atrocidades que había realizado, según se rumoreaba, dejaría de sentirse tan importante. Solo era una basura más en este país.
Recordé cuando entré al secundario. Estaba nervioso, ya que cuando era pequeño había asistido a un colegio solo para varones y ver a nuevas niñas me ponía los nervios de punta. Pero salí victorioso gracias a mis amigos. Allí experimenté el amor, la sensación más maravillosa que he sentido en mi vida y con la única mujer que he amado, la que ahora me veo obligado a abandonar. Recuerdo la primera vez que le hablé: estaba nervioso y tartamudeaba. Para peor ella reía levemente y eso acumulaba mis nervios porque creí que se reía de mi. Pero no había sido así, sino que ella también estaba nerviosa. A ella le di mi primer beso, fue mi primera novia, y con la mujer que me iba a casar en medio años más. Voy amar a Paula hasta que muera, y si hay vida después de esta, seguiré amándola.
Ambos hombres me soltaron cuando el Capitán les dirigió una mirada y se alejaron a las orillas. Este hombre se acercó a mi con paso firme clavando sus ojos de odio en los míos. De la nada me dio una cachetada la cual hizo sangrar mi labio inferior y comenzó a insultarme, diciéndome que yo era la peor basura de este mundo.
¿Acaso yo había matado tantas personas como él?
Pensé con ironía, pero ya no quedaba nada más que aceptar. Sabía que después de todo esto, vendría algo mejor ya que yo estaría con Dios.
Después de golpearme por última vez, me escupió y se alejó pisando fuertemente con las botas negras de militar. Se puso a un lado del pelotón y junto las piernas, poniendo los brazos en su espalda.
—Preparen —gritó con voz dura. Los seis hombres que estaban a su lado quitaron las escopetas de sus espaldas y las pusieron sobre sus hombros.
La sangre brotaba caliente por mi labio y mi mejilla, me comía las ganas por ir a golpear a ese maldito Capitán que había echo daño a tantas familias. Debería pudrirse en el infierno como tantos otros.
Aún, con todo ese odio corriendo por mis venas, cerré los ojos. Recordé las bromas junto a mis amigos –que también iban a ser fusilados por no poseer la misma ideología que el General- cuando reíamos, o cuando nos castigaban en el colegio por interrumpir las clases.
Recordé la primera vez que besé a Paula. Cuando había ido a su casa con la excusa de que me enseñara matemática, aunque yo fuera un experto en esa materia.
Aún podía sentir su calor y su perfumé rodeándome en una burbuja de felicidad. Podía sentir la dulzura de sus labios, sus tímidos movimientos y su risa contagiosa que tuvo después de que la besé. Ahora todo me recordaba a ella.
—Apunten— gritó el Capitán. Sentí el corazón latiendo rápidamente y como las escopetan se alineaban frente a mi y podía imaginarme los hombres poniendo su dedo en el gatillo.
Recordé cuando le pedí que fuéramos novios. Después cuando le pedí que se casara conmigo luego de cinco años de estar juntos y siempre felices. La placidez de su rostro era hermosa y ver como sus ojos brillaban era una sensación espectacular.
Recuerdo cuando le conté a mis padres y ellos me abrazaron con alegría y me felicitaban. Y cuando le dije a mi única hermana ella lloro de emoción y dijo que iba a cuidar a todos sus sobrinos. Podía recordarlos como si fuera ayer.
—¡Fuego! —gritó. Lo único que sentí fue los disparos y como algo se adentraba en mi pecho quemándolo. Todo se borró después. Este era el final de todo.
primera mini-historia. Espero que les haya gustado :)
Valuu
jueves, 5 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)